La socialización puede servir para adquirir hábitos saludables y, en muchas ocasiones, se convierte en una poderosa razón para adherir al ejercicio físico.
Por Rodrigo A. Cauas E.
Coach- Psicólogo Deportivo Clínica Las Condes
Director General EMD Psicología & Coaching Deportivo
La socialización “es un proceso de influjo entre una persona y sus semejantes, un proceso que resulta de aceptar las pautas de comportamiento social y adaptarse a ellas”. Vale decir, es la adquisición por parte de las personas, de ciertos pensamientos, hábitos o modos de actuar que se han ido adquiriendo durante la vida en las distintas relaciones que se establecen con las otras personas.
En el contexto del deporte, o más bien del ejercicio físico, este proceso de socialización tiene una doble importancia, ya que puede constituirse en una interesante y eficaz herramienta para adquirir hábitos saludables y conductas de juego limpio, y además en muchas ocasiones se convierte en una poderosa razón de adhesión al ejercicio físico, sobre todo en un grupo etario como la tercera edad o en general para cualquier persona que se desmotiva fácilmente en hacer ejercicio físico.
Herramienta Valiosa
En el deporte formativo, donde los objetivos apuntan a iniciar a un niño en el ámbito del ejercicio físico -aún no conviene hablar concretamente de deporte ya que no debe existir a esta edad un componente tan competitivo-, la socialización que se produce entre los pares y con quienes están a cargo de ellos (profesores, monitores, entrenadores) es fundamental para canalizar de manera adecuada todos aquellos valores que se desean inculcar a esa edad. Por ende, la socialización en el ámbito del ejercicio físico que se desarrolla en los colegios, en los clubes, en las municipalidades, en los equipos de running o triatlón, entre otros, permite reforzar habilidades y valores como el compañerismo, el trabajo en equipo, la cooperación y la persistencia.
Esta es otra razón potente para apreciar la importancia de la práctica deportiva a nivel escolar, ya que muchas veces se observan sus beneficios físicos y médicos, pero se pasan por alto los psicológicos o sociales.
Meta en Sí Misma
Si miramos hacia el otro extremo evolutivo del desarrollo humano, específicamente a la tercera edad, podemos vislumbrar la socialización ya no como un método de consolidación de aspectos psicoeducativos, sino que más bien como un fin en sí misma. Muchas de las personas que a esta edad concurren a clases de yoga, baile entretenido, aeróbica o gimnasia, lo hacen por motivos más lúdicos y placenteros, vale decir, para sentirse bien. Y dentro de la multiplicidad de motivos está justamente la socialización, como una vía para interactuar e intercambiar experiencias. Este tipo de socialización, denominada secundaria, tiene una gran influencia sobre las personas, aun cuando sean mayores y sus procesos psicosociales estén más consolidados.
Se ha observado que la interacción con los pares a esta edad incide favorablemente en el retardo en la aparición de ciertas patologías cognitivas, como la pérdida de la memoria, la capacidad asociativa, la habilidad de reflexión, entre otros. También disminuye notablemente la aparición de síntomas en enfermedades como la depresión tan característica a esta edad debido al aislamiento que la sociedad empieza a generar con ellos. Esto se ve mucho más entre las mujeres, ya que ellas representan un volumen importante de participación en este contexto.
Por lo tanto, la socialización cualquiera que sea el momento evolutivo –mucho más en los niños y adultos mayores- es una potente variable a considerar cuando se planifican las actividades deportivas, y dentro de su programación sería deseable incluir formalmente los espacios para que este proceso se lleve a cabo. Estudios concluyen que deportes como el running y el triatlón, por sus características y entrenabilidad, favorecen mucho más estos procesos.